miércoles, 22 de febrero de 2012

Un castillo para dos princesas


El hotel donde residían era enorme y lujoso.
Berenice y su hermana
no estaban acostumbradas a tanta comodidad y servicios.
Todo les invitaba a las travesuras y juegos, se entretenían subiendo y bajando el ascensor explorando piso por piso, los largos pasillos alfombrados, cambiando de lugar enormes jarrones colocados en los ángulos, puestos sobre esculturas de mujeres desnudas haladas.
Las competencias de “medialunas acrobáticas” sorteando esos
exuberantes jarrones con floreros era excitante y les llenaba de una adrenalina
especial. Las chicas casi señoritas, con tantas travesuras eran el quebranto bien
disimulado, de todos los empleados del hotel.
Ellas lo sabían y cuando alguno de ellos se les cruzaba,las risitas disimuladas
con algún comentario entre dientes, era siempre por un solo motivo; sus
graciosos atuendos; chaqueta roja con grandes botones dorados y una brillante
línea roja atravesaba el largo de sus pantalones negros impecablemente
planchados.
Los “pasajeros” habituales,comenzaron a considerarlas las hijas del dueño, y conversaban con ellas,haciéndoles comentarios y preguntas graciosas sobre el lugar. Mirándose se sonreían y contestaban muy serias cada pregunta y comentario, de las cuales sobre algunas… no tenían ni idea.
El ascensor dejo de ser atractivo, cuando los conserjes le solicitaron a su madre, que las jovencitas dejen de utilizarlo como un juego. Pues entonces… tomaron las escaleras, bellamente alfombradas, con sus barandas lustrosas hacían las delicias de rapidísimas bajadas que terminaban en aterrizajes sobre enormes y mullidos almohadones, sacados de los sofás más cercanos.

En la torre más alta

Una tarde, por distracción
de un encargado de limpieza, llegaron a la terraza, esa tarde Berenice suspiro
muchas veces ante las puesta del sol, mientras su hermana le gritaba a la gente
tonterías, desde veinte pisos mas arriba, viéndolas desde tan alto, como puntos
en movimiento sobre la angosta vereda.
Después de corretear de punta a punta,se sentaron recostadas sobre el muro a charlar. Fue la primera vez que lo hacían, después de muchos años de estar separadas por los disciplinarios horarios del cofre, y aquellos largos
meses de ausencia de Berenice en la casa de su padre.
Tenían un año y cuatro meses de diferencia en edad. Y fue entonces que Berenice notó sorprendida mirando a su hermana, los años que ya habían pasado.
Eran ya dos jovencitas de quince y dieciséis años. Y con estos pensamientos entre charlas y risas y después de decir muchas tonterías hicieron un largo silencio.
Que se esfumó cuando su hermana, mirándola a los ojos le pregunto: Hermana, que
ha pasado contigo? A Berenice, le sorprendió su pregunta y busco rápidamente que
contentar. Decididamente tenía secretos, pero no intimaría con ella.
No quería decepcionarla. Comprendió en ese momento, que no la conocía lo suficiente, ni a ella ni a su madre. Estaban siempre juntas, pero abismalmente separadas.
Su hermana volvió a preguntar: porque te fuiste de casa? Berenice suspiro hondo y
le dijo, Bueno pues, tú sabes…su hermana, la interrumpió diciendo: siempre haces
lo que quieres. Y continúo diciendo: nunca puedo entender porque siempre
pareces estar ausente con tantos silencios, tomando decisiones tan libremente. Berenice guardo silencio,esperando que todos sus pensamientos se hagan palabras. Y ella continúo: hermana,mamá me contó que tuvieron una discusión antes de que te fueras. Berenice trajo a su memoria aquel momento, y sosteniéndole la mirada no le contó nada. Su hermana se levantó y camino unos cuantos pasos dejándola con su silencio.

Reflejo de cristales rotos

El recuerdo era un grito profundo y a punto de estallar.
Aquella tarde su madre llegó del periódico donde trabajaba.
Apurada porque debía prepararse para una recepción importante.
Berenice la miraba ir y venir por su habitación, abriendo el placar y
probándose atuendos, accesorios, zapatos, peinados, maquillaje.
La veía extraordinariamente bella y ausente.
Es que su madre en su profesión era casi lo perfecto. Periodista de los medios gráficos y modelo de una casa de alta costuras muy importante. Ejecutiva, hasta la raíz de su naturaleza.
Tenía eso, de existir para hacer todo, pero no dejar afecto por nada.
Berenice se dio cuenta lo mucho que se parecía a ella, y comprendió que ser así, les daba demasiado espacio para ser cada una como quisiera, haciéndose cargo de sus
aciertos y errores. Era la libertad…eran las figuras femeninas de la libertad.
Independientes, absolutamente independientes. Mientras Berenice la observaba
con esos pensamientos, su madre le hizo el reclamo más absurdo que podía haber
entre las dos. Pequeña te estoy hablando!! Y no me escuchas!! nunca me
escuchas!! Berenice se levanto y parándose frente a ella le dijo mirándole a
los ojos: mírate!! Tu eres igual, cuando te hablo nunca me escuchas!!! A lo que
su madre respondió: soy tu madre!! Y Berenice sin quitarle la mirada le
respondió: Y yo soy tu hija!! Tu hija!!! Maldita seas!! Nunca estuviste cuando
te necesite y ahora me pides que te escuche!!! No tenés autoridad moral sobre
mi!! Nunca lo tuviste y nunca lo tendrás!!! Y salio sin esperar una respuesta.
Esa noche decidió irse de su casa, y con ese y muchos pensamientos volvió al cofre institucional,para luego escapar de el.

Sumida en este recuerdo,sintió como su hermana le retiraba del rostro su cabello rebelde de ondas, Berenice la miro y sonriendo le dijo: hermana… tengo una idea a ver, tu que opinas: que te parece si durante el tiempo que vivamos aquí, este sea nuestro castillo y vos yo seremos princesas. Su hermana estallo en una carcajada y le contesto.Fantástico!!: desde ahora y para siempre, ningún detalle de la educación que
hemos recibido se nos olvidará!!! Claro!! Le contesto Berenice: no se nos debe
olvidar la compostura de princesas!! Hemos sido educadas para serlo… su hermana
le respondió con una picara sonrisa diciéndole: Tendremos que estar
atentas…porque acaban de subir a sus caballos blancos todos los príncipes del
mundo. Y de seguro que nos vienen a buscar.

Y tomándose de la mano volvieron, acordando que ese sería el lugar secreto de las dos.

Cristina

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