viernes, 10 de febrero de 2012

El deseo cumplido, y una linterna.


Los momentos con sus amigos eran amenos y muy divertidos, el tiempo era siempre breve y el terminar,era programar un nuevo encuentro. Pero entre sus amigos, había un alma
especial. Mara.
Ella como Berenice recién empezaba a explorar el mundo de las salidas, las citas con amigos del colegio,las tardes de mate sentada en las hamacas de la plaza central.
Aún no conocía el ambiente de un boliche bailable y en sus charlas les hacía saber su interés por vivir esa experiencia, entre la penumbra de luces brillantes y música. Berenice se reconocía en esos anhelos de exploradora del mundo juvenil.
Después que todos se iban ella prolongaba su presencia. Fue así que las dos se conocieron hasta conectarse,sorprendidas por la similitud de sus historias.

Un plan entre hamacas

Se encontraron cerca de las cinco de la tarde, Mara venía sonriendo desafiándole al instante ese momento de libertad. Entre charlas risas y relatos. A Berenice se le ocurrió una idea. ¿Que tal si vienes conmigo esta sábado al boliche?
Sus ojos se detuvieron en la mirada sostenida de Berenice, el brillo que irradiaban aumentó una adrenalina que fusiono sus emociones instantáneamente.
Le dio un empujón a la hamaca, y yendo hacia atrás le dijo: Buenísima idea, pero cómo salgo de casa,no me darán permiso.
Berenice sin reparo le contesto: vendrás!!

El desafió de un permiso

Berenice fue al día siguiente a conocer a su familia.
Cuando llegó le impacto, la persona del padre, hombre tosco y rudo como un terrón de tierra árida, trabajador incansable del campo. Su madre era una mujer atenta, hacendosa y quebrantada,aparentaba mucho más años de los que tenía. Y sus hermanos eran cuatro pillos correteado tras las gallinas.
Durante el almuerzo Berenice se animo a preguntar: Señor me gustaría volver a su casa, me permitiría? A lo que el respondió: Viniste sin pedir permiso ahora para que lo quieres…? Mara y Berenice cruzaron miradas de pánico. El permiso en cuestión se ponía difícil. Por la tarde su madre, tomo un costurero y se sentó cerca de la mesa, donde los niños hacían su tarea escolar. Súbitamente Mara dijo: mamá!! Me das permiso para pasar el fin de semana en la casa de Berenice?? Su madre sin levantar la vista le contesto: cuando venga tu padre consultare con el.
Nuestras miradas volvieron a cruzarse. El desafío era una batalla y estábamos dispuestas a ganarla. Dejando pasar las horas que quedaba del día nos dispusimos a ir a ver el atardecer a la orilla del río.
El silencio de Berenice no invadía los silencios de Mara. En ese atardecer de
finales del verano Berenice tomo una decisión y la guardo secretamente en su
corazón. Volvieron despacio, el silencio escondía los anhelos y la ansiedad de una decisión. Llegaba la noche y Berenice se preparaba para volver. Mientras se despedía de todos el padre de Mara le dijo: mi hija tiene mi permiso para visitarte el fin de semana. Las miradas que se cruzaron ahora, guardaban el secreto de un triunfo.

La linterna inesperada

El sábado del encuentro era
inquieto, tenía la constante de una expectativa vibrante y misteriosa. Las dos
amigas se intercambiaban vestidos, colores de sombras en los ojos, diferentes
maneras de peinarse, zapatos con y sin tacones, perfumes, brillos en los
labios. Así entre comentarios irónicos y graciosos esperaban el momento
fantástico y misterioso de la primera salida bailable de Mara.
Ya casi… todo estaba listo. Se miraron por ultima vez al espejo, tenían una rara belleza, sensual,inocente sencilla y exquisitamente exclusivas. A Berenice le contagiaba la adrenalina delirante de Mara y se divertía imaginando todo.
Cuando llegaron todas las miradas estaban sobre ellas, era divertido
ver sonreír a los amigos preguntándose sobre el milagro de Mara en la noche de boliche. Berenice los observaba manteniendo una conducta que los limitaba, se sentía una leona cuidando un cachorro. Sonreía pensando: exploremos, juguemos a ser libres, sin daño, sin arrepentimientos. A las cuatro de la madrugada, sintieron un grito
ronco entre la gente que decía: Mara donde estas!!! Mara le susurro al oído a Berenice: es papá!! De pronto vieron una linterna que comenzó a alumbrar los rostros, las parejas en los sillones, la luz enfocaba de un lado a otro. Mara y Berenice le dieron un empujón hacia atrás al sillón donde estaban sentadas, quedaron detrás y debajo de el, y así arrostrándose por la alfombra salieron por la puerta de atrás. Riendo a las carcajadas corrieron hasta el auto, abrieron rápidamente las puertas y subiendo sin parar de reír.
Cuando llegaron a la casa de Berenice comenzaba a amanecer. Se sentaron en el ventanal y esperaron la salida del sol. Berenice recordó su secreto y mirando a su nueva amiga pensó: es hora de volver a la casa de mamá. Y sin dejar de reír, ironizo sobre sus maquillajes corridos y la aventura de un padre que sin darse cuenta, comenzó a entregarle a la vida su hija mayor.

Cristina

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