domingo, 26 de febrero de 2012

Cena de negocios y… mariposas en la panza


El teléfono sonó de nuevo…Berenice atendió y solo
se quedo escuchando…
Era un pedido del conserje, mensaje de su madre: Señoritas
deben estar listas para las 21 h. en el hall central, su madre las estará
esperando, saldrán a cenar. Su hermana le dijo a Berenice: hermana… mama no
dijo como debemos ir vestidas???
Berenice movió la cabeza haciendo una negación,le contestó, tú vístete como quieras, yo me pondré unos Jean.
Su hermana insistió: mira…si no lo consultamos, podemos arruinarlo todo!!!
Berenice sonriendo le respondió: Vaya novedad!!!
y riéndose a carcajadas su hermana tiro del bolso el Jean que al igual que Berenice, se iba a poner.
Es que así eran las cosas. Vestían siempre igual, pero de distinto color.
Bajaron al Hall central puntualmente y en silencio, su madre no hizo ningún comentario sobre el atuendo de las jovencitas. Cosa que las tranquilizo.
En el auto su hermana le pregunto: donde vamos? su madre le contestó: a casa de unos amigos a cenar.

Mariposas en la panza

Llegaron puntuales. El lugar tenía poca luz, era el
acceso de vehículos y en el mismo lugar estaba dispuesta una mesa bien servida
a la americana. Berenice y su hermana caminaban juntas y detrás de su madre.
Les recibieron una pareja de adultos muy amables, luego se acercaron tres jóvenes:
dos varones y una chica que las saludaron muy amenos y cordiales.
Berenice al acercarse al joven mas alto, levanto la vista y se encontró en la mirada más fascinante que haya visto, se veía y se sentía en
un laberinto se sentimientos y sensaciones que por primera vez la sacudían,
haciéndola sentir en el mismísimo ojo de un huracán.
El joven, le sonrió y en su sonrisa quedo atrapada en sus risas.
Berenice se preguntaba que le sucedía.
Sintió como en su estomago una multitud de mariposas le hacían cosquillas.
Quedo estática y solemne para no equivocarse, ni cometer algún error.
Su hermana, le dio un suave codazo y le dijo: Vamos…tenemos que pasar a la sala.
Berenice fue a sentarse en un sofá alejada y distante.
Se escudriñaba buscando sostener y equilibrar la locura del desorden que le había causado semejante encuentro.
Mientras los jóvenes reían buscando discos para poner música,
Berenice observaba el lugar sencillo, poco iluminado y con muebles de mal
gusto. Las paredes estaban descascarando viejas pinturas y los mosaicos del
piso tenían remiendos de otra variedad.
Buscaba algo que le ayudara a armonizarse pero el lugar tenía un ambiente totalmente opuesto.
Por un momento se sintió confundida y cuando ya estaba llegando al fondo de la inquietud, volvió a encausarse en sus espacios de amor-libertad. Y comprender que lo que le sucedía no era motivo de terror.
Todo estuvo bien, hasta que el joven se sentó en el posabrazos del sillón y acercando su rostro muy cerca del suyo, mirándola a los ojos le pregunto su nombre, cosa que Berenice por estar toda desarmonizada de nuevo, apenas pudo contestar…Y el sonriéndose del rubor tan expuesto le dijo: Yo me llamo Emmanuel y mientras el iba
hablando, el corazón de Berenice se rendía ante la magia de un
sentimiento nuevo y fascinante. Muchos años después quebrada de llanto y dolor supo
que eso era el amor.

Cristina

miércoles, 22 de febrero de 2012

Un castillo para dos princesas


El hotel donde residían era enorme y lujoso.
Berenice y su hermana
no estaban acostumbradas a tanta comodidad y servicios.
Todo les invitaba a las travesuras y juegos, se entretenían subiendo y bajando el ascensor explorando piso por piso, los largos pasillos alfombrados, cambiando de lugar enormes jarrones colocados en los ángulos, puestos sobre esculturas de mujeres desnudas haladas.
Las competencias de “medialunas acrobáticas” sorteando esos
exuberantes jarrones con floreros era excitante y les llenaba de una adrenalina
especial. Las chicas casi señoritas, con tantas travesuras eran el quebranto bien
disimulado, de todos los empleados del hotel.
Ellas lo sabían y cuando alguno de ellos se les cruzaba,las risitas disimuladas
con algún comentario entre dientes, era siempre por un solo motivo; sus
graciosos atuendos; chaqueta roja con grandes botones dorados y una brillante
línea roja atravesaba el largo de sus pantalones negros impecablemente
planchados.
Los “pasajeros” habituales,comenzaron a considerarlas las hijas del dueño, y conversaban con ellas,haciéndoles comentarios y preguntas graciosas sobre el lugar. Mirándose se sonreían y contestaban muy serias cada pregunta y comentario, de las cuales sobre algunas… no tenían ni idea.
El ascensor dejo de ser atractivo, cuando los conserjes le solicitaron a su madre, que las jovencitas dejen de utilizarlo como un juego. Pues entonces… tomaron las escaleras, bellamente alfombradas, con sus barandas lustrosas hacían las delicias de rapidísimas bajadas que terminaban en aterrizajes sobre enormes y mullidos almohadones, sacados de los sofás más cercanos.

En la torre más alta

Una tarde, por distracción
de un encargado de limpieza, llegaron a la terraza, esa tarde Berenice suspiro
muchas veces ante las puesta del sol, mientras su hermana le gritaba a la gente
tonterías, desde veinte pisos mas arriba, viéndolas desde tan alto, como puntos
en movimiento sobre la angosta vereda.
Después de corretear de punta a punta,se sentaron recostadas sobre el muro a charlar. Fue la primera vez que lo hacían, después de muchos años de estar separadas por los disciplinarios horarios del cofre, y aquellos largos
meses de ausencia de Berenice en la casa de su padre.
Tenían un año y cuatro meses de diferencia en edad. Y fue entonces que Berenice notó sorprendida mirando a su hermana, los años que ya habían pasado.
Eran ya dos jovencitas de quince y dieciséis años. Y con estos pensamientos entre charlas y risas y después de decir muchas tonterías hicieron un largo silencio.
Que se esfumó cuando su hermana, mirándola a los ojos le pregunto: Hermana, que
ha pasado contigo? A Berenice, le sorprendió su pregunta y busco rápidamente que
contentar. Decididamente tenía secretos, pero no intimaría con ella.
No quería decepcionarla. Comprendió en ese momento, que no la conocía lo suficiente, ni a ella ni a su madre. Estaban siempre juntas, pero abismalmente separadas.
Su hermana volvió a preguntar: porque te fuiste de casa? Berenice suspiro hondo y
le dijo, Bueno pues, tú sabes…su hermana, la interrumpió diciendo: siempre haces
lo que quieres. Y continúo diciendo: nunca puedo entender porque siempre
pareces estar ausente con tantos silencios, tomando decisiones tan libremente. Berenice guardo silencio,esperando que todos sus pensamientos se hagan palabras. Y ella continúo: hermana,mamá me contó que tuvieron una discusión antes de que te fueras. Berenice trajo a su memoria aquel momento, y sosteniéndole la mirada no le contó nada. Su hermana se levantó y camino unos cuantos pasos dejándola con su silencio.

Reflejo de cristales rotos

El recuerdo era un grito profundo y a punto de estallar.
Aquella tarde su madre llegó del periódico donde trabajaba.
Apurada porque debía prepararse para una recepción importante.
Berenice la miraba ir y venir por su habitación, abriendo el placar y
probándose atuendos, accesorios, zapatos, peinados, maquillaje.
La veía extraordinariamente bella y ausente.
Es que su madre en su profesión era casi lo perfecto. Periodista de los medios gráficos y modelo de una casa de alta costuras muy importante. Ejecutiva, hasta la raíz de su naturaleza.
Tenía eso, de existir para hacer todo, pero no dejar afecto por nada.
Berenice se dio cuenta lo mucho que se parecía a ella, y comprendió que ser así, les daba demasiado espacio para ser cada una como quisiera, haciéndose cargo de sus
aciertos y errores. Era la libertad…eran las figuras femeninas de la libertad.
Independientes, absolutamente independientes. Mientras Berenice la observaba
con esos pensamientos, su madre le hizo el reclamo más absurdo que podía haber
entre las dos. Pequeña te estoy hablando!! Y no me escuchas!! nunca me
escuchas!! Berenice se levanto y parándose frente a ella le dijo mirándole a
los ojos: mírate!! Tu eres igual, cuando te hablo nunca me escuchas!!! A lo que
su madre respondió: soy tu madre!! Y Berenice sin quitarle la mirada le
respondió: Y yo soy tu hija!! Tu hija!!! Maldita seas!! Nunca estuviste cuando
te necesite y ahora me pides que te escuche!!! No tenés autoridad moral sobre
mi!! Nunca lo tuviste y nunca lo tendrás!!! Y salio sin esperar una respuesta.
Esa noche decidió irse de su casa, y con ese y muchos pensamientos volvió al cofre institucional,para luego escapar de el.

Sumida en este recuerdo,sintió como su hermana le retiraba del rostro su cabello rebelde de ondas, Berenice la miro y sonriendo le dijo: hermana… tengo una idea a ver, tu que opinas: que te parece si durante el tiempo que vivamos aquí, este sea nuestro castillo y vos yo seremos princesas. Su hermana estallo en una carcajada y le contesto.Fantástico!!: desde ahora y para siempre, ningún detalle de la educación que
hemos recibido se nos olvidará!!! Claro!! Le contesto Berenice: no se nos debe
olvidar la compostura de princesas!! Hemos sido educadas para serlo… su hermana
le respondió con una picara sonrisa diciéndole: Tendremos que estar
atentas…porque acaban de subir a sus caballos blancos todos los príncipes del
mundo. Y de seguro que nos vienen a buscar.

Y tomándose de la mano volvieron, acordando que ese sería el lugar secreto de las dos.

Cristina

lunes, 20 de febrero de 2012

Final y comienzo de paisajes.


Se levanto muy temprano, casi no pudo dormir.
Sus ojos estaban hinchados y su mirada tenía una
sombra de tristeza. Nuevas compañías le despertaban el sueño. La velaban entre
ideas, supuestos, hipótesis, conjeturas, dudas…su mente se llenaba de
pensamientos que la vaciaban interiormente para llenarla de un solo
sentimiento. Inquietud.
La vida comenzaba a ser un problema a resolver. Sus sueños adolescentes tomaban una dimensión desconocida, reconsideraba una y otra vez, todo aquello que podría determinarla ante alguna decisión.
Estaba sola, y todo dependía de ella, su conducta ya no
era un juego, y mucho menos una aventura.
Comprendió después de mucho llorar esa noche. Que desde ese momento un error la quebraría y que el dolor que le habitaba el alma, le oscureció el camino interior. Ese mismo camino, que apenas un tiempo atrás estuvo lleno de luz.
Dispuesta a luchar, se preguntaba. Que es lo correcto? donde
esta la verdad? No tenía figuras ni perfiles humanos a seguir, los ejemplos,
las actitudes y aquellas vacías respuestas no eran para ella certeza de nada.

Ahogando el dolor

Se sentó despacio sobre la cama y mirando la luz de
la mañana. Se dejo llevar por el paisaje a través de la ventana.
Rompió de nuevo en un llanto ahogado y silencioso. Y mientras el alma se le hacia pedazos, Berenice tomó una decisión, volver a la casa de su madre.
Su dolor era una fuerza que la resistía, no deseaba volver.
Las ilusiones que alimento cuando llego, eran para quedarse.
Y allí comenzar una vida diferente. Pero esas mismas ilusiones le gritaban una verdad, que le dolía. Ese no era su lugar.

Amores

Pensó en sus amigos, especialmente en Mara y Gabriel.
Mara era entrañable, su risa, sus silencios, sus miradas, esos largos momentos compartidos frente al río, mirando el atardecer
sin muchas palabras, en donde las miradas podían leer todo.
Haciendo soltar algunas preguntas y muchas risas.
Esas aventuras vividas llenas de picardía y secretos.
Mara era su hermana- amiga, esa otra mitad que la hacia feliz y la
lanzaba a la vida con una extraordinaria plenitud juvenil.
Gabriel le hacia soñar el amor, haciéndola imaginar
miles de modos de besar, de acariciar, de compartir.
El era un sueño del que no quería despertar, hasta que “algo” se concrete.
Pero las contrariedades eran graciosas, inconclusas,
misteriosas, absurdas y extremistas.
Eran como brisa suave que traía un vendaval de amores y odios.
Como esos dramas de locura. Donde todo puede ser,pero nada será.
Y así fue. Nada. Con su rostro en la imaginación se morían los
sueños y los anhelos de un amor que no fue.

El adiós sin retorno

Su madre y su hermana vinieron a buscarla.
Coloco un pequeño bolso en el asiento de atrás del auto, mientras miraba a sus amigos que fueron a despedirla. A Gabriel esa fue la última vez que lo vio.
Con Mara continúo escribiéndose cartas, hasta que se casó y no supo más de ella.
Su padre se acerco y la abrazó tan fuerte que la hizo llorar y secándole las lágrimas le dijo: Te amo con toda mi alma.
Y aunque le dijo que pronto se verían, Berenice no lo volvió a verlo hasta después de tres años.
El auto comenzó su marcha y cuando salio a la carretera, Berenice soltaba lágrimas al viento, volviendo a sus silencios abismales hasta dormirse.
Se despertó a la entrada de la ciudad. Llegando a la casa, diviso de lejos una mudanza y se pregunto, quien se estaría mudando del barrio.
Cuando estuvieron frente comprendió que quienes se iban eran ellos.
Su propia familia. Entonces le pregunto a su hermana: Nos mudamos?
Adonde? Su madre se encargo de contestarle: Hija nos vamos
a vivir a otra provincia. Luego continuó diciendo: tus cosas están en aquellas
cajas que dicen tu nombre. Revisa que todo esté bien, pequeña. Partimos esta
noche. Berenice pensó en sacar su bolso del auto y comprendió que no tenía
sentido. El bolso seguiría cerrado como el inmenso misterio que tenía su alma.

Cristina

domingo, 19 de febrero de 2012

Un tonto y gracioso “castigo”




Cruzo la calle sonriéndoles a sus amigos.
Cuando llego se unió a las bromas y parloteos, al
no ver a Mara. Pregunto por ella.
Gabriel le contestó: hace dos días que no la vemos, y con
picardía continuo: Heyyy bonita, porque no me extrañas más a mí?? Sabes que
muero de amor por ti…
Berenice lo miro disimulando su timidez y colocándole una
ramita con flores en el bolsillo de la camisa, le respondió: búscate otra
chica!! Y fue a sentarse a las hamacas.
Ninguna de sus amigas, sabía exactamente el motivo de la ausencia de Mara.
Entonces Berenice, tomo una decisión: ir a verla a su casa. Cuando llego, su madre la atendió amablemente. La hizo pasar y
le pidió que esperara en el comedor. La llamó anunciando la llegada.
Mara salio corriendo de su cuarto y cruzando
miradas, se sonrieron picardías secretas, mientras se daban un abrazo.

Los motivos del “castigo”

Su madre se dirigió a la cocina. Y ellas se
sentaron a charlar. Berenice la miraba intensamente.
Fue entonces que Mara sin perder su sonrisa y brillándole la mirada le dijo:
Berenice estoy castigada, no tengo permiso para salir. Y será por un buen tiempo!!!! Berenice riéndose a carcajadas, mientras imaginaba
supuestos le dijo: que paso!!
Entonces Mara comenzó a contarle:
cuando salíamos de tu casa la noche que fuimos al boliche,
Don Alberto pasaba con su auto y nos vio. Y fíjate que como nos veíamos tan diferentes. No creyó que fuera yo quien el veía. Pues que hizo entonces??? El muy bueno para nada!!! Nos siguió en su coche, para estar bien seguro de que era yo!!!
Ansiosa de conocer el desenlace…Berenice no paraba de reír!!!
Mara se expresaba con todo su cuerpo, mientras continuaba con su relato:
Bueno pues cuando estuvo bien seguro, vino a contarle a papá que
andaba de salidas nocturnas y “disfrazada” de no se que cosa!!!.
Contagiadas de carcajadas y sin parar de reír.Mara continuo:
Fíjate entonces lo que hizo papá, tomo su linterna “aclara sospechas”
subió a su chatita y se recorrió cuantos boliches encontró, porque de la
rabieta que se masticaba se olvido cual exactamente era.
Así es que fue alumbrando todos los lugares donde llegaba.
Cuando llegó donde estábamos, comenze a escuchar que me llamaba a
los gritos. Igual le quedó la duda,considerando que Don Alberto se está quedando
chicato, y por eso me ha dejado de castigo hasta averiguar la verdad.
Como las carcajadas no paraban, su madre se acerco
a escuchar. Y siguiendo a las risas que ya les hacía faltar el aire para
respirar, siguieron conversando sobre otro gracioso tema, que nada tenía que
ver, con la verdad en cuestión.

Una confesión sentimental

Mas calmadas y riendo de su aventura, Berenice le contó sobre las insinuaciones amorosas que le hacia Gabriel.
Que la avergonzaban por ser tan expuestas y dichas a los cuatro vientos.
Mara la interrumpió con otra carcajada preguntándole: Pero te gusta verdad??? Berenice quedo colorada como un tomate y le respondió, bueno… lo estoy pensando.
Mara le contagio más risas. Y siguieron conversando hasta caída la tarde.
Se despidieron acordando nuevas visitas de Berenice, hasta que termine el tonto y gracioso “castigo”.
Cristina

martes, 14 de febrero de 2012

Silencio…El dolor de una enfermedad.


Salio de su cuarto, recogiéndose su largo pelo
enmarañado de rulos.
Busco a su padre y lo encontró en el estudio, inclinado
sobre su meza de dibujo. Concentrado en la búsqueda de líneas perfectas,
tratando de encontrar con trazos en borradores el diseño de algún auto que en
pocos meses seguramente saldría con todas sus luces a la venta. Es que su
profesión de ingeniero mecánico, unido a su plástica creativa con el dibujo lineal, lo calificaba
en aquellos años de General Motor en Argentina, como uno de los mejores en su
profesión. Berenice se tiro en el sofá a observarlo. Mientras lo veía servirse un trago “on de rock” se
preguntaba hasta cuando?? El alcohol lo desnaturalizaba. Ese maravilloso ser
humano se convertía en una bestia herida y brutal cuando bebía. Y cuando volvía
en si, su rostro marcado de líneas maduras, eran surcos de lágrimas amargas,
que lo hundían en la más profunda soledad. Esa enfermedad le arranco una maravillosa familia y le
estaba robando su carrera profesional. En ese presente solo le quedaba, su dinero, su enfermedad por el alcohol, el trabajo en decadencia y temporalmente su pequeña Berenice. Con la mirada sobre la figura de su padre, Berenice
se remonto hacia los recuerdos de su niñez.
Y en su mente solo veía los momentos más brutales.

Silencio… momentos de dolor. Perder un hermano.

Entro gritando llamando a su mamá, corriendo por el
comedor mientras se sacaba su guardapolvo del jardín de infantes. Cuando llego a la cocina, la encontró tirada en el
piso, su padre salía dando un portazo. Su mamá la miro con los ojos llenos de
lagrimas, se incorporo con dificultad, pero presurosa de atenderla. Le tomo de
la mano diciéndole, llama a tu hermana y acompáñenme hacia la cama, les contare
un cuento muy bonito. Y allí estuvieron las tres abrazadas por muchas horas. Pasaron varios días, y una mañana cuando llego del
colegio su papa la levanto en brazos y le dijo: mama no estará en casa por
varios días. Pero no te aflijas, iremos a verla pronto.

Varios años después Berenice conoció la historia de
aquel momento. Su madre embarazada de ocho meses, había perdido a su único hijo
varón, provocada por una patada en su vientre. Como había estado varios días
sin atención médica la infección de la muerte del niño macerado, le provoco una
infección y de urgencias la operaron haciéndole una histerectomía total. Su
madre tenía 24 años.

Dos años después

Un domingo de playa, amigos asado y camping,
volvieron los cuatro a la casa cerca de las siete de la tarde. Su padre estaba
ebrio, dando vueltas alrededor de su madre murmurándole groserías .Su figura se
parecía a una bestia a punto de atacar. Berenice jugaba con su hermana en el cuarto. De
pronto, un fuerte golpe, y un grito de auxilio puso a Berenice y a su hermana,
ante una escena de terror. Cuando su padre las vio, su descontrol ya era una
locura total. Tomo a Berenice del brazo y con un cepillo de pelo, con mango de
metal la golpeo tanto, hasta dejarla desvanecida. Cuando se despertó estaba en
una cama de hospital con un riñón lastimado. Berenice tenía seis años recién cumplidos.

Cuatro años después

Después de una semana en el cobre institucional, Berenice y su hermana volvieron a pasar el fin de
semana en su casa. Cuando
entraron volvieron a ver a su padre después de casi dos años. Berenice corrió a
abrazarlo, el la levanto en su regazo y la lleno de besos, diciéndole lo bonita
y grande que se veía. Su hermana miraba asombrada la escena. Sus padres
conversaban sobre sus vidas separadas, mientras Berenice no perdía detalle de
los momentos. Sentía un frió helado en su espalda y esperaba el momento del
terror. Hasta que llego, y fue entonces el final. Se levanto despacio y
parándose frente a el, le dijo: Vete!!!
Y no vuelvas!!! Cuando su padre pasaba por la puerta principal hacia la calle;
vio que sobre la meza quedaba un maletín y un abrigo. Se volvió tomo las cosas
de su padre y las tiro a la calle, pegando un portazo. Abrazo a su madre y a su
hermana y les hizo una promesa: No permitiré nunca mas que nos vuelva a
lastimar. Luego se fue a su cuarto y lloro hasta dormirse. Berenice
amaba profundamente a su padre. Entonces ya tenía 10 años.

No volvieron a ver su padre, hasta que Berenice,
volvió a el. Buscando la libertad, junto al hombre que amaba. Deseaba ayudarlo
y fueron muchos sus intentos, pero siempre volvía a beber.

Berenice se levanto del sofá, y ya en su cuarto se
tiro sobre la cama. Pero por alguna razón, ya no pudo llorar.

Cristina

sábado, 11 de febrero de 2012

El ritual: una cita con ella misma.


Cada tarde caminaba dos kilómetros. Lo hacia despacio, caminando sobre la huella de tierra, rompiendo terrones a cada paso.
El andar le pintaba la mirada con colores agrestes de selva. El camino era una herida abierta a machetazos. Subiendo, el horizonte se transformaba en solo cielo y una vez arriba, descendía hasta transformar el horizonte en un ancho río. Por el camino la acompañaban miles de mariposas amarillas y anaranjadas, que aleteaban a su alrededor hasta quedar frente a sus ojos de donde delicadamente se posaban entre sus dedos. Berenice las seguía con la mirada hasta quedarse detenida en el color de las orquídeas violetas y blancas colgando de los árboles.
Loros y cacatúas le graznaban roncos y huidizos. El paisaje le escribía
poesías a sus pensamientos mientras su mirada pintaba telas de recuerdos. Todo
la trascendía hacia sus profundidades, cada instante vivido examinaba buscando
esa fina línea de equilibrio que la conectaba con la paz interior. Así se
disponía al encuentro exterior. Predisponiéndose a buscar y hallar la
unicidad que tenía con todo lo creado.


Unidad enamorada

Al llegar frente al río, sentada
sobre una roca se descalzaba y ponía los pies en el agua. Así esperaba el
ritual más conmovedor de su alma, el atardecer. Se preguntaba que
sucedería, el día que no pudiera verlo, que no pudiera estar para abrazarse al sol.
Libre y expansiva le dejaba que entibie sus fríos pensamientos, mientras,
sumergía sus manos en el agua dejándola fluir hasta dejarlas arrugadas de
humedad. Todas las palabras eran sentimientos que le hablaban al corazón. Creando un puente diáfano y sutil hasta habitarla.
Un profundo e inexplicable amor comenzó a dilatarse en un todo, hasta poseerla completamente.
El supremo sentimiento no tenía un rostro, no tenía expresiones mágicas, como esas que roban espontáneos besos tiernos y caricias apasionadas.El amor la expandía en una
dimensión que la alejaba de creer que alguien pudiera amarla con la intensidad
de ese “eterno huésped” que moraba en su alma. Inconscientemente comenzó a entregarse
a una sana indiferencia.

Amar con un amor así?

Berenice estaba enamorada,profundamente enamorada. Y para las almas que la pretendían, este particular amor, secreto y mágico, comenzaba a ser un problema a resolver. La vida la influía mas inquieta, y le gritaba cosas como esta: Berenice; “del sol no parirás hijos” “con el no compartirás una noche bajo el influjo de las
estrellas” “No encenderás velas para una noche romántica”, “No te enviará rosas,
ni te dedicara una canción ni morderá suavemente tus labios con un beso”. “Oye Berenice, comparte con alguien este amor”. Con estos pensamientos se
aquietaba, dejando fluir la vida como el agua entre sus manos. Para luego
volver por al mismo camino, tomada de la mano de miles de estrellas.

Cristina

viernes, 10 de febrero de 2012

El deseo cumplido, y una linterna.


Los momentos con sus amigos eran amenos y muy divertidos, el tiempo era siempre breve y el terminar,era programar un nuevo encuentro. Pero entre sus amigos, había un alma
especial. Mara.
Ella como Berenice recién empezaba a explorar el mundo de las salidas, las citas con amigos del colegio,las tardes de mate sentada en las hamacas de la plaza central.
Aún no conocía el ambiente de un boliche bailable y en sus charlas les hacía saber su interés por vivir esa experiencia, entre la penumbra de luces brillantes y música. Berenice se reconocía en esos anhelos de exploradora del mundo juvenil.
Después que todos se iban ella prolongaba su presencia. Fue así que las dos se conocieron hasta conectarse,sorprendidas por la similitud de sus historias.

Un plan entre hamacas

Se encontraron cerca de las cinco de la tarde, Mara venía sonriendo desafiándole al instante ese momento de libertad. Entre charlas risas y relatos. A Berenice se le ocurrió una idea. ¿Que tal si vienes conmigo esta sábado al boliche?
Sus ojos se detuvieron en la mirada sostenida de Berenice, el brillo que irradiaban aumentó una adrenalina que fusiono sus emociones instantáneamente.
Le dio un empujón a la hamaca, y yendo hacia atrás le dijo: Buenísima idea, pero cómo salgo de casa,no me darán permiso.
Berenice sin reparo le contesto: vendrás!!

El desafió de un permiso

Berenice fue al día siguiente a conocer a su familia.
Cuando llegó le impacto, la persona del padre, hombre tosco y rudo como un terrón de tierra árida, trabajador incansable del campo. Su madre era una mujer atenta, hacendosa y quebrantada,aparentaba mucho más años de los que tenía. Y sus hermanos eran cuatro pillos correteado tras las gallinas.
Durante el almuerzo Berenice se animo a preguntar: Señor me gustaría volver a su casa, me permitiría? A lo que el respondió: Viniste sin pedir permiso ahora para que lo quieres…? Mara y Berenice cruzaron miradas de pánico. El permiso en cuestión se ponía difícil. Por la tarde su madre, tomo un costurero y se sentó cerca de la mesa, donde los niños hacían su tarea escolar. Súbitamente Mara dijo: mamá!! Me das permiso para pasar el fin de semana en la casa de Berenice?? Su madre sin levantar la vista le contesto: cuando venga tu padre consultare con el.
Nuestras miradas volvieron a cruzarse. El desafío era una batalla y estábamos dispuestas a ganarla. Dejando pasar las horas que quedaba del día nos dispusimos a ir a ver el atardecer a la orilla del río.
El silencio de Berenice no invadía los silencios de Mara. En ese atardecer de
finales del verano Berenice tomo una decisión y la guardo secretamente en su
corazón. Volvieron despacio, el silencio escondía los anhelos y la ansiedad de una decisión. Llegaba la noche y Berenice se preparaba para volver. Mientras se despedía de todos el padre de Mara le dijo: mi hija tiene mi permiso para visitarte el fin de semana. Las miradas que se cruzaron ahora, guardaban el secreto de un triunfo.

La linterna inesperada

El sábado del encuentro era
inquieto, tenía la constante de una expectativa vibrante y misteriosa. Las dos
amigas se intercambiaban vestidos, colores de sombras en los ojos, diferentes
maneras de peinarse, zapatos con y sin tacones, perfumes, brillos en los
labios. Así entre comentarios irónicos y graciosos esperaban el momento
fantástico y misterioso de la primera salida bailable de Mara.
Ya casi… todo estaba listo. Se miraron por ultima vez al espejo, tenían una rara belleza, sensual,inocente sencilla y exquisitamente exclusivas. A Berenice le contagiaba la adrenalina delirante de Mara y se divertía imaginando todo.
Cuando llegaron todas las miradas estaban sobre ellas, era divertido
ver sonreír a los amigos preguntándose sobre el milagro de Mara en la noche de boliche. Berenice los observaba manteniendo una conducta que los limitaba, se sentía una leona cuidando un cachorro. Sonreía pensando: exploremos, juguemos a ser libres, sin daño, sin arrepentimientos. A las cuatro de la madrugada, sintieron un grito
ronco entre la gente que decía: Mara donde estas!!! Mara le susurro al oído a Berenice: es papá!! De pronto vieron una linterna que comenzó a alumbrar los rostros, las parejas en los sillones, la luz enfocaba de un lado a otro. Mara y Berenice le dieron un empujón hacia atrás al sillón donde estaban sentadas, quedaron detrás y debajo de el, y así arrostrándose por la alfombra salieron por la puerta de atrás. Riendo a las carcajadas corrieron hasta el auto, abrieron rápidamente las puertas y subiendo sin parar de reír.
Cuando llegaron a la casa de Berenice comenzaba a amanecer. Se sentaron en el ventanal y esperaron la salida del sol. Berenice recordó su secreto y mirando a su nueva amiga pensó: es hora de volver a la casa de mamá. Y sin dejar de reír, ironizo sobre sus maquillajes corridos y la aventura de un padre que sin darse cuenta, comenzó a entregarle a la vida su hija mayor.

Cristina

miércoles, 8 de febrero de 2012

Hectareas de naranjo y un vestido de gala


En los lugares donde se encontraban, el tema era siempre el mismo;
El baile de fin de curso.
Berenice alejada de sus estudios no compartía la fiesta final de egresadas con las 131 almas del cobre. Pero sus nuevos amigos le compartían la ansiedad de aquel momento cargado de sueños juveniles. Se detenían hablando por horas ante cada detalle.
Con expectantes hipótesis de arreglos, romances que se iniciarían o se romperían, ausencias, presencias, flores, música, colores, luces, perfumes, y brillos. Este grandioso momento ella no quería perdérselo. Excepto por un detalle. Un vestido de gala. Tendría que comprarse uno, exclusivo y deslumbrante. El dinero no era ningún impedimento, solo había que hablar con papá. Quien no puso ningún impedimento para gastar. Berenice salio en su búsqueda y lo descubrió en un escaparate exclusivo y diferente, era de color rosa intenso con talle al cuerpo y vuelos terminados en raso suave. Largo y diáfano de seda bordada. En el mismo lugar separó los accesorios, una rosa violeta para el pelo, y zapatos al tono de taco muy alto.
Sin aretes y sin collares. Todo era sencillo y elegante. Dispuestos en una caja fabulosa todo estaba listo. Solo había que esperar para pasar a retirarlo, había que retocar ajustes en el talle menudo de su cuerpo delgado . La espera la hacia palpitar de alegre ansiedad.

La solicitud de un intercambio
Su padre le solicitó que fuera a la casa de un viejo amigo, a retirar un dinero que le adeudaba. Berenice acudió. Al llegar al lugar muy distante y apartado de la ciudad. Se encontró con una casa, casi abandonada en medio de la nada. Llamo con palmas y no tuvo respuestas, se acerco a la puerta que súbitamente se abrió.
En el umbral el viejo amigo, la saludo amablemente y la hizo pasar. Mientras esperaba, contemplaba su entorno de muebles escasos y polvorientos. Espero paciente por un rato, hasta que la figura del viejo amigo se presento semidesnudo. Con una toalla cubriéndole el medio cuerpo. Cuando se le acerco, Berenice sintió un escalofrió que reconocía, el terror. Intento rodearla con sus brazos, pero ella lo rechazo con un fuerte golpe y corrió hacia una ventana pequeña, que la atravesó sin darse cuenta del estallido de los vidrio.
El viejo amigo la siguió mientras gritaba ¡¡¡si no llevas el dinero, no tendrás vestido!!! Ella lo escuchaba corriendo. Corrió, corrió, Corrió tanto y tan rápido que cuando se detuvo, no sabía donde estaba.

La noche de los naranjos
Camino despacio respirando hondo, concentrándose en sus profundidades. Respiraba el mantra de la paz interior, su esencia buscaba partículas dispersas de amor y libertad, hasta devolverle su propia unicidad para pensar, sin lamentarse.
Camino sin rumbo y por varias horas, hasta que el atardecer, la encontró bajo las sombras frías de infinitas plantas de naranjos. Perfumado de frutas maduras. El silencio la invito a descansar bajo el murmullo de las hojas. Berenice se durmió y en su profundo sueño, soñó que un ángel la acuno.
Se despertó al amanecer con el canto alborotado de pericos y canarios. Y cuando el sol le alumbro los ojos se pregunto así misma ¿y ahora, hacia adonde voy? Apenas… unos pasos, solo unos cuantos pasos y encontró la salida. Cruzo la calle y camino hasta llegar a su casa.
Entro, pasando de largo la presencia ebria de su padre. Dio vuelta una caja de recuerdos, saco un regalo valioso y lo vendió. Volvió al escaparate y retiro su caja fabulosa.

Dos noches después, con el esplendor de una reina de exquisitos modales, se presento a la fiesta. Con una sonrisa que escondía secretos increíbles y mágicos. Y celebro con mesura y equilibrio esperando la madrugada para ver las luces de un nuevo amanecer.

Cristina