sábado, 11 de febrero de 2012

El ritual: una cita con ella misma.


Cada tarde caminaba dos kilómetros. Lo hacia despacio, caminando sobre la huella de tierra, rompiendo terrones a cada paso.
El andar le pintaba la mirada con colores agrestes de selva. El camino era una herida abierta a machetazos. Subiendo, el horizonte se transformaba en solo cielo y una vez arriba, descendía hasta transformar el horizonte en un ancho río. Por el camino la acompañaban miles de mariposas amarillas y anaranjadas, que aleteaban a su alrededor hasta quedar frente a sus ojos de donde delicadamente se posaban entre sus dedos. Berenice las seguía con la mirada hasta quedarse detenida en el color de las orquídeas violetas y blancas colgando de los árboles.
Loros y cacatúas le graznaban roncos y huidizos. El paisaje le escribía
poesías a sus pensamientos mientras su mirada pintaba telas de recuerdos. Todo
la trascendía hacia sus profundidades, cada instante vivido examinaba buscando
esa fina línea de equilibrio que la conectaba con la paz interior. Así se
disponía al encuentro exterior. Predisponiéndose a buscar y hallar la
unicidad que tenía con todo lo creado.


Unidad enamorada

Al llegar frente al río, sentada
sobre una roca se descalzaba y ponía los pies en el agua. Así esperaba el
ritual más conmovedor de su alma, el atardecer. Se preguntaba que
sucedería, el día que no pudiera verlo, que no pudiera estar para abrazarse al sol.
Libre y expansiva le dejaba que entibie sus fríos pensamientos, mientras,
sumergía sus manos en el agua dejándola fluir hasta dejarlas arrugadas de
humedad. Todas las palabras eran sentimientos que le hablaban al corazón. Creando un puente diáfano y sutil hasta habitarla.
Un profundo e inexplicable amor comenzó a dilatarse en un todo, hasta poseerla completamente.
El supremo sentimiento no tenía un rostro, no tenía expresiones mágicas, como esas que roban espontáneos besos tiernos y caricias apasionadas.El amor la expandía en una
dimensión que la alejaba de creer que alguien pudiera amarla con la intensidad
de ese “eterno huésped” que moraba en su alma. Inconscientemente comenzó a entregarse
a una sana indiferencia.

Amar con un amor así?

Berenice estaba enamorada,profundamente enamorada. Y para las almas que la pretendían, este particular amor, secreto y mágico, comenzaba a ser un problema a resolver. La vida la influía mas inquieta, y le gritaba cosas como esta: Berenice; “del sol no parirás hijos” “con el no compartirás una noche bajo el influjo de las
estrellas” “No encenderás velas para una noche romántica”, “No te enviará rosas,
ni te dedicara una canción ni morderá suavemente tus labios con un beso”. “Oye Berenice, comparte con alguien este amor”. Con estos pensamientos se
aquietaba, dejando fluir la vida como el agua entre sus manos. Para luego
volver por al mismo camino, tomada de la mano de miles de estrellas.

Cristina

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