viernes, 20 de enero de 2012

El escenario del silencio…



Debajo de la mesa de altar. Aquietada en una paz inexplicable, el
corazón de Berenice desentraño las más extraordinarias experiencias.
Venidas desde su mas profundo anhelo de ser amada, incursionaba en su interior, hasta
ver una secuencia de luz que le descendía desde arriba de su cabeza. La envolvía
suavemente y se descubría en una tibieza sobrenatural.

El profundo silencio de su interior comenzó a tener un lenguaje, tan
natural y amistoso, que deseaba no apartarse de el en ningún momento. Lo que la
llevo a una constante contemplación.La pequeña trascendía lo cotidiano de una manera natural.Desde muy dentro, desde sus propias profundidades ella se descubría
amada y única. Se experimentaba integrada y unificada a todo lo creado. La
experiencia de esta unicidad le descubría comprendiendo más allá de lo
comprensible, viendo y escuchando más allá de lo perceptible.

Ante una duda, el miedo, o una falta, se sostenía con la mas absoluta certeza
que la respuesta de consuelo estaba en la mirada sostenida de alguna persona
que ella “intuía” venia en nombre de Dios a darle una respuesta haciéndole sentir
una fuerza que la llenaba de un valor inexplicable. La paz interior que la
hacía vibrar, era la respuesta mas acabada de que “todo estaba bien”, de que
solo debía “confiar amar y esperar”. Esto la hacia sonreír frecuentemente. La hacía más exquisita y de alguna manera más especial. Sin dejar de ser
una pillo callejero, astuto y valiente. Resguardando celosamente su escondite
secreto.

Creció Berenice, viviendo las más extraordinarias situaciones de amor invisible.
Y lo hizo con la naturalidad que tiene los niños para amar. Solo que ella no
era consiente de que por sentirse abandonada su anhelo de amor trascendente, había
llegado a tanto. Configurando su espíritu humano en una herramienta tan
poderosa para su vida futura.

Cristina

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